Las cosas eran como eran, y llevaban años siendo así en aquel pequeño pueblo. El denso manto que los cubría rara vez dejaba ver las facciones del vecino, hasta que se hallaba realmente cerca. Ello impulsó su curiosa conducta: todos hablaban entre susurros; y siempre acercándose a la oreja del oyente. Y es que, nunca se podía saber cuanta gente había alrededor.
Claro que, como cabría suponer, se podía oír hablar en voz alta; pero casi nunca nada cierto. Porque, dicho queda, nunca se sabe quién puede estar oyendo y juzgando.
Así la situación, en aquel pueblo los secretos eran más herméticos que en ningún otro lugar, y el contacto, apenas inexistente.
Esta misteriosa bruma, por lo general gris, se filtraba por cualquier resquicio, fuese el marco de una puerta o el de las ventanas; chimeneas y claraboyas, rendijas entre tablas o hasta por las cuadras. Todo lo cubria, todo lo anegaba.
En aquél mundo acromático, de tan carente de color que era, de pura oscuridad que lo anegaba, la gente se ensimismaba, a más no poder.
La introversión era el pan de cada día, y las noticias, inexistentes; amén de poco interesantes.
La espesa niebla de la indiferencia, de la dejadez, la espesa niebla del miedo y la envidia por el prójimo, impedía el simple hecho de poder ver a nuestros vecinos. De poder hablar sin el miedo al qué dirán. A fin de cuentas, de poder ver algo más allá de cinco dedos de la frente propia.
Niebla que, a lo largo de los años, oxida más que el salitre, que atrofia los sentidos como la falta de luz, y para la que, de momento, los pueblerinos no han hallado cura... Pues ni siquiera conocen el mal que los envuelve: no identifican la situación en la que se hallan.
No añoran, de no conocer, el ver al sol cubrir con su manto cobrizo de últimas horas del día el calmo mar, o ver a la luna tender su cinta de plata a lo largo de los océanos.
No conocen el calor del sol acariciando su cara, ni el frescor de la sonrisa ajena al verlos, y reconocer un rostro amigo en ellos.
Y, de no darse cuenta, de no sentir la punzada de que algo no funciona, no los conocerán. Nunca.