30 de noviembre de 2010

Memoria

Nos miran desde el suelo, y sus blancas calaveras se ríen de nosotros. Parcialmente sepultados, los cráneos siguen conservando esa siniestra sonrisa... O acaso sea nuestra imaginación, la de los vivos, que no podemos asimilar correctamente que tantos hubieran de morir aquel día, y queramos dar un cómico matiz a la dantesca escena.
Las hay por doquier, asomando tímidamente por entre la seca tierra, enseñando sus pulidas frentes. Más de una agujereada de parte a parte por el asesino proyectil.
Y es que las calaveras aún pueden contar lo ocurrido. Si bien no pueden verse las lágrimas en los ojos, el balbuceo del habla, o el ceño fruncido, que una vez cruzaron la carne que las cubría,es algo compartido el sentimiento de rabia y desolación, la frustración y el miedo.
Todos eran conocidos, en mayor o en menor grado. Mujeres, hombres, de diferentes edades, indistintamente apilados en aquel destartalado camión, que olía a gasolina y a herrumbre.
Noche de calor sofocante, presagio de inminente tormenta, se cernía sobre el grupo, y hasta las estrellas querían dejar de brillar por no iluminar lo que estaba por venir.
Botas, chalecos y fusiles, hebillas y correas, todos esos ruidos se entremezclaban con el ruido del motor.
No cometieron crimen alguno, solo vivir. Vivir creyendo que las cosas podían ser de otro modo, que no había de rendirse ante el yugo ni ante las flechas. Que su familia merecía vivir, que sus hijos merecían comer.
Guerra que devoró las raíces de la nación entera, que segó vidas, que consiguió arrancar a tantos hijos de los brazos de sus madres, fueran porque los primeros o los segundos cayeron inertes. Guerra que no es sino muerte, guerra que no fue sino suicidio de tantos, hermano contra hermano, rencor contra rencor.
Los sentimientos se agolpaban, siendo el mas mezquino y nauseabundo miedo el regente de la situación impuesta, relegando todo atisbo de pensamiento o de sensación a rincones oscuros y húmedos.
Las calaveras se ríen. Se ríen de que olvidemos tan fácilmente.
Se ríen de que no tengamos más preocupaciones que la de adelgazar por conseguir lo que nos quieren vender o la de superar a tu vecino al que envidias.
Sí... Las calaveras se ríen.
Se ríen porque ya lloraron en su tiempo. Porque todos lloramos en aquel tiempo. Incluso los que no habíamos nacido por entonces, pues ese tipo de heridas, no se cierran.
Ahora, no olvidemos
ahora no dejemos de lado a la memoria, no pensemos que fue hace mucho, no pensemos que no nos pertenece. Preguntad a los abuelos. Ellos siempre callaron, pero siempre supieron.
Las manos apuntan a colinas, pinares, campos.
"Ahí está mi padre", dirá más de uno.
"Allá se lo llevaron".
como ya se ha dicho:
"que no envuelva la sal
la piel de la memoria,
que la quieren dejar muda,ciega,coja,sorda y rota."

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